El caudillo que el pueblo ascendio a Mariscal.
Fue el más grande caudillo civil del conservatismo en el presente
siglo. Habiendo irrumpido en el escenario de la política nacional un
poco por fuera de tiempo, cuando el desespero de las masas
depauperadas, ocupantes de la galería en el empobrecido escenario
nacional, no alcanzaba a hacer oír voces de protesta sino apenas tenues
murmullos de larvada inconformidad, los alegatos formidables de Alzate
Avendaño en favor de un conservatismo insurgente, atrevido, no
hipotecado a los poderosos, resultaron simple alimento intelectual para
jóvenes generaciones que, como él, se frustraron en su temprana y
absurda desaparición. Gerardo Molina, su amigo entrañable, sostuvo:
"Habría sido el presidente de la República en 1962 o en 1970". Pero con
la muerte de Alzate todo terminó. Sin que ni siquiera quede el consuelo
de poder exclamar, siguiendo la hermosa "Elegía" de Eduardo Cote Lamus,
que "tus huesos no tengan nunca paz sino batalla..."